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Lucía Collado

Instinto de soñar IV de IV

Columna

 

 

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Por Guerrero Heredia / El Caribe

Instinto de soñar IV

La parte de la psiquiatría que trata los problemas relacionados con el uso y abuso de sustancias psicoactivas se conoce como una de las áreas más difíciles de tratar y curar.  

Según la escuela de los famosos doce pasos, que es el modelo utilizado por los archifamosos alcohólicos anónimos y que sigue siendo la forma más efectiva a largo plazo para tratar el alcoholismo, considera que uno NUNCA se cura, sino que solo se puede RECUPERAR.

El primer paso en medicina psiquiátrica es la desintoxicación del abusador,  que significa sacar del torrente sanguíneo los niveles residuales de la sustancia que se consume. 

En muchas ocasiones, por ejemplo, un usador de cocaína que viene a desintoxicarse, resulta que también la acompaña con alcohol, pero al ser éste algo “legal”… “normal”, el reporte que nos da el paciente es solo de cocaína.

Es aquí, donde el médico debe hacer una historia clínica minuciosa y explicarle al paciente que dicha desintoxicación debe hacerse también por ambas drogas y que justamente el síndrome de retiro que produce el alcohol, es todavía más peligroso que la misma cocaína.

El período de desintoxicación varía dependiendo el tipo de sustancia consumida.  
Ahora bien, la más peligrosa de las desintoxicaciones es la de sedantes tipo benzodiazepinas y barbitúricos, así como la del alcohol.  

Fíjese entonces, que son las sustancias “legales”, las más peligrosas de tratar.  ¿Acaso la droga (legal), que más daño hace en el mundo no es justamente el cigarillo?...

La desintoxicación de opiáceos y heroína no es tan delicada como la de alcohol y realmente, además de sacar la molécula de circulación, se hace para evitar los síntomas físicos desagradabilísimos que produce (se siente náusea, mareos, diarrea, sensación de cansancio, hormigueo, debilidad, dolor de barriga, etc.). 
El solo hecho del adicto a la heroína sentir estos efectos, hace que siga consumiéndola para así evitar ese famoso “mono” que produce.

Con todo, siempre que haya un cerebro en la tierra, habrá una necesidad innata, genética, social y espiritual, de soñar a como dé lugar; a expensas inclusive de nuestra salud física y mental.

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