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Lucía Collado

Honestidad

Honestidad

El hombre honesto no teme la luz ni la oscuridad. Thomas Fuller

Aprendí desde pequeña que la honestidad no tiene medias tintas, o eres honesta(o) o no lo eres.  Que en vez de un pecado es una virtud; que es como la ropa interior que vestimos a diario:   Debe estar limpia y entera, sin esperar por ello premiación alguna.  Si está rota, sucia y hedionda solo nosotros mismos lo sabremos, pues de lo contrario es a nosotros mismos a quienes mas nos molestará y avergonzará al final. 

En ese entonces mi concepto era simple:   La honestidad no concibe la mentira, ni tomar lo ajeno.  Hoy, en disfrute de la madurez lograda hasta estos cuarentas donde he sido bendecida con más dichas que desdichas, asimilo este valor humano con el de la integridad, el respeto por mi misma, así como el de la preservación de mi dignidad y la de los míos (prefiero que señalen a mis descendientes cuales fueron mis defectos y faltas por ser visceralmente honesta, en vez de que les echen en cara mis “logros” en base al robo, la infidelidad, el abuso y la hipocresía).

Pero resulto odiosa en muchas ocasiones, lo reconozco, pues en el mundo que vivimos, la “civilización” de ciertos individuos acomoda la honestidad a sus conveniencias y necesidades.  Me explico:   Criticamos la corrupción pero ante la oportunidad de corrompernos o corromper por nuestra “mejoría”, justificamos con los escrúpulos de María Gargajo, el hecho de que si no sacamos ventaja de las circunstancias para hacer “negocios” y aprovechar las “oportunidades” que se nos presentan para hacer lo que está establecido como ilícito e incorrecto por las normas sociales y espirituales, otros lo harán.  

Más lejos aún, acudimos a un espectáculo moderno en donde quien no trafica con las influencias, es pendejo(a) y peor, bruto(a).  Es así como sentir tranquilidad de espíritu -y hasta el orgullo- por preferir no crecer materialmente en base a doblegar los buenos principios que defienden la verdad, la justicia y la honestidad -entre otros-, es menospreciado por los “inteligentes” (yo les llamo “vivos” con todo el significado despectivo que la palabra encierra en estas situaciones) que por ambición venden hasta a su propia madre, mientras le prodigan las más deslumbrantes muestras de ¡amor?... Con razón dijo George Washington:  “Espero tener siempre suficiente firmeza y virtud para conservar lo que considero que es el más envidiable de todos los títulos:  El carácter del hombre honrado”.

Y es que con honestidad, no hay cabida para la hipocresía que lo que crea es confusión y desconfianza en las mentes y en las vidas de quienes nos rodean.   Tampoco se transgrede la posesión ajena que se hurta por envidia y avaricia más que por necesidad (conozco testimonios de que no son los más necesitados los que más roban porque se puede permanecer con el orgullo de ser -como dice nuestro refranero popular-, “pobre pero honrado(a)”).

Es como la costumbre de comer con un mantel limpio aunque sea sobre una mesa de tablillas; o como vestir ropa limpia y sin rotos, aunque sea vieja y humilde.  

 

También, vale recordar que la honestidad es una característica muy importante para los cristianos.  De manera que alguien que dice ser cristiano, pero que vive una vida de robo, engaño y mentiras está deshonrando el nombre de Dios.  

Pero, Ay!, cuánta gente que vive “a Dios rogando y con el mazo dando”, metida en iglesias y centros de oraciones pero tienen dobles vidas + siete caras.  Son estos los cristianos honestos que “conocen” y “agradan” al Señor?... de ser así, Padre Celestial, prefiero ser de los que no te conocen.

 

Pretendo pues, permanecer en la orilla del lado de los que defienden que la honestidad conduce a una vida de integridad porque nuestro interior y exterior son reflejos el uno del otro; lo que implica coherencia entre las palabras y los hechos, donde no existen contradicciones ni discrepancias entre los pensamientos, palabras y las acciones.  

Este conglomerado de seres de buena fe y sanos principios (el cual pudiera estar en merma mas no en extinción), entiende y defiende que esta integración proporciona claridad y sirve de ejemplo a los demás, ya que el ser interiormente de una forma y exteriormente de otra, crea barreras y puede causar daños irreparables.  Además, tienen más méritos quienes progresan en la vida en base a honestidad, porque conlleva transitar el camino difícil, claro está, por que lo mal habido, léase de forma deshonesta, siempre se logra por el sendero fácil.

Mas sobre todo, hay que tener buena autoestima, para alcanzar las metas más preciadas en base a honestidad (y dignidad, vale decir).  Solo quienes sienten que valen muy poco, se consideran incapaces de llegar a la cima a pulso de honestidad.  Quien cree que tiene pocos atributos, hace lo que sea, desde engañar hasta venderse -en cuerpo y alma si es preciso-, para igualarse con las personas que alcanzan reconocimiento y éxito en la sociedad.

 

Hay quien ha dicho que la honestidad es tan claramente perceptible como un diamante sin defectos, que nunca puede permanecer escondido.  Y que su valor es visible en cada acción que realizamos.  Motivo por el cual esbozo estas ideas como un canto de esperanza, ya que como me comentara mi suegro -recordando a un locutor de los comienzos de los 60s-… siendo que sucediera de otro modo, ruego por la sociedad que han de heredar mis hijos a la misma vez que me pregunto:   “a dónde conducirán estos caminos?”…/Lucía Collado, Santo Domingo, Rep. Dom., Abril 20 del 2008.-

 

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