El candidato de la esperanza
06 Septiembre 2008 (Diario Libre)
Saludades
YO ESTUVE AHí
Sí, en el discurso de Barack Obama en el Invesco Field, donde juegan los Broncos de Colorado, junto a más de ochenta mil personas. Sin contar con las que se quedaron fuera. La emoción, todavía, me recorre el cuerpo. Yo, dominicana, junto a mi hijo y mi nieto, en un momento histórico. No sólo para USA, sino para el mundo entero. Un discurso, un candidato negro y una oportunidad para la esperanza.
Este país se ha ido hundiendo en los últimos ocho años. Es hora de que las cosas cambien, para el bien de todos. Una guerra inútil, basada en el engaño, ha llevado a los norteamericanos cerca a la Gran Depresión.
Con Barack Obama, el imperio puede humanizarse. Abrirse al mundo con menos agresión, con menos prepotencia. Con un sistema de salud más accesible a los propios norteamericanos. Es lo que se espera y lo que planteó en su discurso. Sobre las armas dice, "no es lo mismo las necesidades de un cazador de Ohio, que la de los barrios plagados de pandillas".
Y allí, junto a Obama, estuvo Al Gore, que recibió una ovación de dos minutos. Y Hillary y Bill Clinton, y veteranos de todas las guerras, Bill Richardson, gobernador de Nuevo México, y sindicatos de trabajadores y actores de la talla de Susan Sarandon, Jessica Alba, Shaw Johnson, campeona olímpica, Stevie Wonder, Sheryl Crow y otros más. Y yo estaba allí, cerca de ellos, como testigo de un acontecimiento que traspasó fronteras y estremeció el alma nacional.
Había negros y blancos-rubios-ojos-azules nacidos y criados aquí, conmovidos, abrazados, llorando. También hispanos, hindúes, chinos y de todas las razas habidas y por haber. Lo que importaba era estar presente, apoyar el cambio, decir no a tanta ignominia, a una vida que en los últimos años es muy difícil vivir.
Por eso fui. A dar mi aliento a un pueblo, al que de cierto modo pertenezco, que quiere trabajar y vivir en paz. A un pueblo que ha tenido por ocho años a un hombre incapaz, que no sabe ni lo que pasa en su país y menos en el mundo. Un hombre que no quiere entender que la UE puede ser su aliada, que no sabe ni una sola letra de América Latina, que debió quedarse en su rancho de Texas bebiendo cerveza y preparando carne asada. Y una Condoleezza prepotente, arrogante que cree que todavía vivimos en los años 50.
No sé cuánto podía ayudar mi presencia en ese evento. Pero sí que debía estar ahí, al lado de un candidato negro, el primero en toda la historia de Norteamérica. Y no sólo por negro, sino por la esperanza. Quizás era la única dominicana. No lo sé. En Colorado somos muy pocos. Pero orgullosa, sí que estaba.
Y aquí estoy, a la espera de una ciudadanía, para integrarme con los demócratas y desde allí ayudar a los latinos. Somos muchos y seremos más, pero necesitamos voces, manos y aliento para que se nos tenga en cuenta. Lucharé por ello y junto a ellos.
Si no nos podemos poner de acuerdo en todo, pero por lo menos unirnos en lo que tenemos en común. Yo estuve allí, por eso. En un acto que terminó con un "Yes, We Can".
Denver, Colorado
Este país se ha ido hundiendo en los últimos ocho años. Es hora de que las cosas cambien, para el bien de todos. Una guerra inútil, basada en el engaño, ha llevado a los norteamericanos cerca a la Gran Depresión.
Con Barack Obama, el imperio puede humanizarse. Abrirse al mundo con menos agresión, con menos prepotencia. Con un sistema de salud más accesible a los propios norteamericanos. Es lo que se espera y lo que planteó en su discurso. Sobre las armas dice, "no es lo mismo las necesidades de un cazador de Ohio, que la de los barrios plagados de pandillas".
Y allí, junto a Obama, estuvo Al Gore, que recibió una ovación de dos minutos. Y Hillary y Bill Clinton, y veteranos de todas las guerras, Bill Richardson, gobernador de Nuevo México, y sindicatos de trabajadores y actores de la talla de Susan Sarandon, Jessica Alba, Shaw Johnson, campeona olímpica, Stevie Wonder, Sheryl Crow y otros más. Y yo estaba allí, cerca de ellos, como testigo de un acontecimiento que traspasó fronteras y estremeció el alma nacional.
Había negros y blancos-rubios-ojos-azules nacidos y criados aquí, conmovidos, abrazados, llorando. También hispanos, hindúes, chinos y de todas las razas habidas y por haber. Lo que importaba era estar presente, apoyar el cambio, decir no a tanta ignominia, a una vida que en los últimos años es muy difícil vivir.
Por eso fui. A dar mi aliento a un pueblo, al que de cierto modo pertenezco, que quiere trabajar y vivir en paz. A un pueblo que ha tenido por ocho años a un hombre incapaz, que no sabe ni lo que pasa en su país y menos en el mundo. Un hombre que no quiere entender que la UE puede ser su aliada, que no sabe ni una sola letra de América Latina, que debió quedarse en su rancho de Texas bebiendo cerveza y preparando carne asada. Y una Condoleezza prepotente, arrogante que cree que todavía vivimos en los años 50.
No sé cuánto podía ayudar mi presencia en ese evento. Pero sí que debía estar ahí, al lado de un candidato negro, el primero en toda la historia de Norteamérica. Y no sólo por negro, sino por la esperanza. Quizás era la única dominicana. No lo sé. En Colorado somos muy pocos. Pero orgullosa, sí que estaba.
Y aquí estoy, a la espera de una ciudadanía, para integrarme con los demócratas y desde allí ayudar a los latinos. Somos muchos y seremos más, pero necesitamos voces, manos y aliento para que se nos tenga en cuenta. Lucharé por ello y junto a ellos.
Si no nos podemos poner de acuerdo en todo, pero por lo menos unirnos en lo que tenemos en común. Yo estuve allí, por eso. En un acto que terminó con un "Yes, We Can".
Denver, Colorado
Con Barack Obama,
el imperio puede
humanizarse. Abrirse al
mundo con menos
agresión, con menos
prepotencia
el imperio puede
humanizarse. Abrirse al
mundo con menos
agresión, con menos
prepotencia
De Ligia Minaya
1 comentario
Wendy5 -
Cansados de la guerra, de los engaños y de que unos cuantos solo piensen en ellos mismos.