Retrato exacto!
No se imaginan cuánto disfruté (primero), y cuánta vergüenza ajena sentí (después),este escrito de nuestro apreciado Arturo Rodríguez Fernández, a quien tengo el placer de conocer hace mucho tiempo al haber sido considerada con su ojo crítico -no de cine, of course!, sino como jurado cuando era más joven aún-; porque resulta , que es una de mis cotidianas prácticas con mis amados hijos: Enseñarles a comer!, primero; y porque es un retrato exacto de escenas que lamentablemente se repiten a diario en millones de mesas del territorio dominicano y más allá alrededor de la “bolita”, vale decir.
Y tercero, me reí muchísimo, pues les cuento con un cuento que visualicé escenas repetidas de María Pó-pó! Erre Feíta, la del ensanche Independencia, que al quedar huerfanita la pobrecita, su abuelita materna la llevó a su casa y a pesar de que la crió con amor y bondad, que con ayuda estudió en un buen colegio, no ha podido sin embargo, superar ciertos traumas de su infancia y es una mujer muy insegura que vive presumiendo de haber nacido en la ciudad y en una familia “decente”… y por si fuera poquita su incomodidad existencial, es un fiel y penoso reflejo del quien no sabe conducirse socialmente (presume de dama pero ignora lo incorrecto de tutear a un caballero que acaba de conocer, por ejemplo), vestir (cualquier bufanda a modo de shawl, es su eterno accesorio para sus atuendos de gala)... y mucho menos, sabe María conducirse correctamente durante el acto de comer, ya que ni conoce la regla elemental de LA COMIDA VA A LA BOCA, NO LA BOCA A LA COMIDA, pero mucho menos conoce las demás y por eso, vgr., le hace la reverencia a cada bocado con la mas sentida inclinación, toma una porción de pan y la despedaza a puro diente, escarba el plato con quisquillosa obsesión, empuja los alimentos con el rastrillo -digo con el cuchillo-; en una cena familiar le da bocaditos en la boca a su “Bamby” (así ha bautizado a su esposo)… pero sobre todo, su dedito meñique apunta siempre al techo cuando de tomar los cubiertos o una copa se trata -conservo una foto de su boda que les puedo mostrar, ji ji!... para que vean, por supuesto, lo "trashy" que lucimos al hacer esto-.
En fin, lo que trato de decir, es que no importa si vienes del campo o de la ciudad, si eres rico(a) o pobre, verde o amarillo(a); lo importante es tu formación, tu educación doméstica pues, que incluyen en primer orden: tus modales y tus valores!... de esos que tanto insisto con mis niños y de los cuales comparto mis escasos conocimientos en este blog.
Pero directo al punto, los invito a leer esta copia de “Comiendo con Extraños” de ARTURO RODRIGUEZ FERNÁNDEZ, que salió en la edición de la revista Estilos de Diario Libre, hoy (1 de Marzo del 2008) en su página 48, Diario Urbano. Buen provecho!, pues./Lucía Collado.-
“Es un hombre joven el que me pregunta Si aquella silla está ocupada. Le digo que no y se sienta frente a mi. Coloca la bandeja sobre Ia mesa y observo lo que ha pedido de comida: arroz con habichuelas, carne guisada, ensalada verde y una doble ración de aguacate acompañado todo por un guineo y una botella de refresco rojo.
Realmente es económico ese restaurante de Ia plaza. Todo eso, con un excelente sazón cubano, por solo cien pesos.De ahí las filas cada vez más numerosas, donde se aglomeran de doce a dos y media, personas de todas las clases sociales.Yo no acostumbro a comer fuera de casa pero, debido a circunstancias especiales, tuve que hacerlo durante una semana.Alguien me habló de este lugar y aqui estoy, sorprendido de lo barato y bueno que resulta.Tanta gente acude que las mesas de los alrededores están llenas y hay que sentarse en la primera silla que se desocupe sin importar quien quede al lado. Eso, la verdad, no me gustademasiado. Es como si se rompiera cierta intimidad necesaria para comer a gusto, como cuando se hace con amigos y no con extraños.
El hombre, el que está sentado al frente mi coloca los aguacates sobre el arroz y los va aplastando como si tratara de hacer un singular guacamole. Cuando aquello se ha convertido en una extraña mezcla verde, le agrega la carne guisada y la ensalada de lechuga y tomate. Todo se convierte en una masa que a mi vista resulta repulsiva aunque, sin embargo, él la disfruta corno si se tratara del más exquisito de los manjares.Quisiera mirar hacia otra parte pero se me hace casi imposible. De todas maneras lo intento.
A mi izquierda tengo a una señora con dos niñas que desmenuzan a un pollo con las manos y luego se limpian la grasa con la tela del vestido. Más allá un señor sostiene una amigable conversación con un amigo que debe de ser compañero de trabajo y enarbola el cuchillo al estilo de la batuta de un director de la orquesta sinfónica.
Pronto me doy cuenta de que la mayoría de los comensales en aquel lugar utilizan los cuchillos en forma similar a no ser que los tengan ocupados empujando la comida con ellos sustituyendo a ese inexistente pan que no cubre el precio del menú del día.Mientras unos casi meten Ia cabeza dentro del plato moviendo la cuchara (el tenedor brilla por su ausencia) a una velocidad tan inaudita que se pensaría que alguien va a venir a pedirle que le deje un poco de aquello, otros, por el contrario, principalmente mujeres, lo piensan tres veces antes de llevarse la comida a la boca moviéndola en el plato de aquí para allá y dándole vueltas y vueltas a las hojas de lechuga o a los granos de habichuelas.
Los hay que, al finalizar, recogen sus platos y echan los restos a la basura pero hay otros que son capaces, aunque usted no lo crea, de llevarse la bandeja para sus casas como si se tratara de un souvenir.De ahí que muchos de estos establecimientos hayan optado por descartar las bandejas y meter toda la comida en una funda lo cual acrecienta el exotismo y lo insólito del acto de comer.
Afortunadamente la normalidad ha vuelto a casa y he dejado de almorzar con extraños. Pero no se crea que esto sucede únicamente en los “Fast foods” y en establecimientos baratos. Una vuelta por cualquier restaurante de lujo le demostrará que “en todas partes se cuecen habas”.”
arodriguez@estilos-dLcom
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