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Lucía Collado

¿Por qué escribir?

Saudades.  De Ligia Minaya / Escritora


La palabra tiene una fuerza tan poderosa

que es capaz, por sí sola, de cambiar la vida.

Desde que aprendemos a hablar nos llenamos

de poder, de pasión, de intenciones y de propósitos.

Y si la palabra hablada da poder,

entonces ¿por qué no escribirla?

Porque es propio de la naturaleza humana. Porque nos convierte en dueños de un mundo a nuestra imagen y semejanza, porque es bueno para el alma, porque nos sirve de desahogo, porque nos permite abrir un camino por el cual transitar a nuestro antojo y porque todos y todas somos, de una manera u otra, escritores.

Sí, aunque usted no lo crea. Hace unos años, en una de las Ferias del Libro, me inventé un pabellón para escritoras dominicanas. Lo dije en la radio, en los periódicos, por televisión, y me llegaron miles de poemas, de cuentos, de historias, de todos los rincones del país. Ahí aprendí que no hay mujer en el mundo que no tenga un poema debajo de la almohada. La gran mayoría no ha publicado un libro. Eso cuesta, y mucho más venderlo. La mayoría de las veces hay que regalarlo a los amigos, y lograr que se haga una pequeña reseña en un periódico es tarea de titanes. La palabra tiene una fuerza tan poderosa que es capaz, por sí sola, de cambiar la vida. Desde que aprendemos a hablar nos llenamos de poder, de pasión, de intenciones y de propósitos.

Por eso los dictadores tienen tanto miedo a los escritores. Y si la palabra hablada da poder, entonces ¿por qué no escribirla? No es menester que sea una gran novela, un poema épico, un cuento trascendente, basta y sobra con que nos satisfaga y de ser posible que llegue a alguien, no importa que sea al vecino, a un amigo, a una desconocida. Hay libros, aún los no publicados que al escribirlos cambian la vida de quien lo escribe. Hasta en las cárceles, donde todo es dolor, hay quien graba en la piedra sus sentimientos. No olvidemos que a raíz de la muerte de Trujillo se encontró en La Victoria un poema, que luego se hizo canción la voz de Niní Cáffaro: "Es para ti, Violeta de mi vida, esta canción tan honda, que inspiró en mí una alondra. Alondra que, vagando por el cielo va". Si eso lo puede escribir un prisionero, torturado hasta la muerte, qué puede llegar a hacer una persona que ve la vida desde la libertad. Hay quien comienza a escribir cuando la vida de ha dado un fuerte golpe o cuando la enfermedad le ha dejado desmembrado. De ahí han salido novelas, poemas, cuentos y ensayos inmortales. Hay quien nos desanima. Los profesores quieren que escribamos con técnicas preconcebidas. Hay quien se ríe de nuestras ideas y también quien desea que lo hagamos muy bien desde el principio, así, escribir es un martirio. Nos pasamos el tiempo corrigiendo hasta llegar a perder la originalidad, tratando de hacerlo de la forma y manera de los grandes escritores. Es mejor cuando nos damos permiso para disfrutar de lo que sentimos, de la redacción holgada, de la sintaxis y hasta de la ortografía corregidas al final, con calma, sin apuros, sin pensar en el maestro de mala cara, insano, ni en el mediocre que nos envidia. La infancia, las cosas que nos gustan, una canción que nos trae la imagen del amado, el desamor, sirven de argumentos. Sobre todo la infancia, esa que queda escrita en la memoria para siempre.
Denver, Colorado

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